Aprendizaje online

Enseñanza con modelo presencial

Desde que la letra impresa vio la luz, el mundo académico no ha dejado de preguntarse sobre el lugar que debería ocupar la tecnología en la enseñanza. Los tradicionalistas apuestan en la actualidad por la necesidad muy humana de aprender en compañía (física) de otras personas. Se trata de un planteamiento muy socrático que respalda la necesidad de establecer puentes de diálogo, literalmente, mirándose a los ojos.

El Modelo de aprendizaje online

En el lado opuesto, los tecnólogos creen que las nuevas tecnologías aportan a la enseñanza online una libertad absoluta de la que nunca ha disfrutado el aprendizaje humano. Y es que la enseñanza online capacita a los estudiantes para aprender cuando y donde quieran, sobre todo, cuando las plataformas de enseñanza han mejorado las fórmulas y las experiencias de interacción entre alumnado y profesores hasta el punto de personalizar el aprendizaje.

Modelo mixto de enseñanza online y presencial

También existen modelos de enseñanza mixtos, como los que se imparten en facultades y centros especializados en formación sanitaria. La parte teórica de la formación se puede apoyar en la enseñanza online, pero en este tipo de espacios formativos no es posible sustituir la formación práctica y debe ser presencial, ocurre lo mismo en todas las disciplinas relacionadas con la salud, también en odontología, sector donde la formación práctica es esencial para estar al día, prueba de ello este curso práctico de implantes dentales, donde la formación práctica para la especialización de odontólogos que ya ejercen en sus clínicas es fundamental.

Los que sostienen la validez de la enseñanza cara a cara consideran que no hay opciones que puedan sustituir a la presencia física. Aseguran que quienes hayan participado en videoconferencias o sostenido conversaciones con Skype tienen argumentos suficientes para desestimar la enseñanza en línea.

Señales no verbales

Pero hay datos que a los tradicionalistas les gusta airear. Las señales no verbales, por ejemplo, representan hasta el 60% de la comunicación entre personas. Ningún ancho de banda, dicen, puede compensar la pérdida de esa información potencial. Al mismo tiempo, los tradicionalistas sostienen que uno de los principales valores de la enseñanza presencial es el de mantener la atención de los alumnos.

Consideran que en la enseñanza online los estudiantes procrastinan demasiado, o, en términos coloquiales, que se distraen en exceso. Pero lo cierto es que sólo hay que echar un vistazo a las últimas filas de una gran sala de conferencias para ver cómo los estudiantes ‘tontean’ muy a menudo con sus aplicaciones de Facebook. Y éso sólo por hablar de los estudiantes que acuden con regularidad a clase.

Precisamente ése es también uno de los argumentos de los que defienden el valor de la enseñanza online. La flexibilidad del aprendizaje en línea ofrece alternativas para que la masa estudiantil pueda adaptar su enseñanza empleando el tiempo que realmente quieren dedicarle.

Volviendo al espíritu socrático con el que los tradicionalistas defienden la enseñanza presencial, tal vez habría que decir que el planteamiento propuesto por los antiguos griegos basado en la dialéctica y en la interacción cara a cara no resulte aplicable a estas alturas del desarrollo de la sociedad de la información y de la comunicación. Más bien parece que lo que se proponían los clásicos era trazar las coordenadas de una buena enseñanza sobre la base de un culto a la persona del docente.

Pero ¿y si todo este debate entre enseñanza online y enseñanza presencial fuera fatuo?. Si no tuviera sentido, en el sentido, valga la redundancia, de que ambos modelos tienen ventajas e inconvenientes y que son perfectamente compatibles. Sí, como demuestra la misma realidad que nos rodea. Sólo hay que ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Ahí están Facebook y Twitter copando nuestras interacciones más personales, pero, a pesar de ello, no renunciamos a compartir un café, cara a cara. ¿Por qué la enseñanza tendría que ser diferente?.

Tal vez lo mejor sería dejar a un lado los extremismos y aprovechar lo mejor de ambos entornos de aprendizaje. Todo, en favor de un modelo de aprendizaje híbrido que mejore las expectativas de la pedagogía del siglo XXI en todos los sentidos. Ése debe ser el objetivo principal y ambos modelos, más que enfrentarse, pueden colaborar en favor de ese ideal.

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